Practicando con el dialogo. Versión 1.0

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Milímetro de … 07-08-2006……. Soy una oreja.

Soy una oreja. O por lo menos lo parezco.

Hoy, una chica de unos 35 años, con dos hijos, marido, un chalet en Villanueva y un negocio familiar se sentó a mi lado y me contó su vida de pe a pa y me quedo con la imagen de que no es en absoluto feliz.

Había ido a buscar a su marido porque era su cumpleaños y desde el 10 de mayo no se habían visto casi.

Iba muy guapa.
Maquillada.
Con el pelo totalmente alisado.
Un traje blanco precioso.
Me han encantado su bolso y sus zapatos.
Sobre todo sus zapatos.

Y ella le ha dicho, venga cierra, vamonos a cenar.

Y después de haberse pagado una canguro, haberse puesto su mejor vestido, haberle hecho los turnos de la mitad de su plantilla que está de vacaciones, haber parido dos hijos suyos. Después de haber reservado mesa en un restaurante que solo se van a poder permitir dos veces al año. Después de coger, con el calor que hace esta tarde, dos autobuses y un tren que pasa una vez cada hora. Después de veinte años juntos, aguantando su calvicie, sus pedos, su barriga, sus quince minutos de potencia sexual durante dos días a la semana como máximo.

Después de todo eso…

Él va y dice: No. Me quedo trabajando.
Esto es violencia de género y lo demás es tontería.
Y el caso es, que ella va y dice: mejor.

Y yo, en un gesto de cine mudo me llevo las manos a la cabeza y después de tres saltos mortales y un pino puente pregunto…

¿Mejor?
Dice,

Si, mejor, así no discutimos.

Y yo, hago lo mismo que haría cualquier oreja en mi situación, me sacudo la cera con la pata derecha y me dirijo fuera de a estación de tren escaleras arriba, tres giros mortales más en la calle y seguramente arribe las puertas del paraíso. Mi casa. Oh! Casualidades de la vida y bromas de la muerte, en mi fulminante carrera a un remanente descanso, Montse me intercepta.

¿Se llamará Montse?
Que se alegra un montón de verme y me para y me dice con lágrimas en los ojos:
¡Marta!, se me ha muerto mi perrita.
Digo
Soy Mónica. Lo siento.

Paso mi mano por su brazo y pongo ojos de oreja degollada. Vuelvo a tocar su brazo noto que me gusta, su brazo, no ella, cosa que por otra parte es normal estoy en huelga de sexo.

Digo.
¿Qué ha pasado?.Un golpe de calor.
Y empieza a gimotear.
No, estaba viejita.
Sigue y tengo la impresión de que esta escena es imparable.
Soy un agujero, soy un agujero, soy un agujero… mierda!. No funciona.

Le toco otra vez el brazo, noto que vuelve a gustarme y me cuenta que está yendo al psicólogo. Testigo de nuestra conversación su Ex que está cuidando a su hijo de tres años que tiene un entrecejo como el de sin-chan.

Miro al crío y le digo
¡Guapo!.

No lo es, pero se lo digo y se ríe.
Lo siento, no me gustan los niños, es lo único que se me ocurre decirles sin sentirme totalmente ridícula.

Montse me dice, ¡Marta!
Digo, Mónica.

Mira el psicólogo me ha mandado un libro, intento leer el título pero está al revés y descifro, la princesa…no sé que… de no sé cuantos…en aquel cuento de hadas. Miro el precio. 6,95. digo ¡Date! Barato + fácil de leer + yo nunca tengo la culpa de nada + que mal lo estoy pasando por el capullo este + cuanto le facilita a mi psicólogo que en lugar de hablar de mi y pegarle la tarde hablemos de un libro sin sustancia = BESTSELLER.

El negocio del siglo.

Digo, mejor pienso, que lástima, para mis adentros, porque siendo una oreja ella no me oye, debería leer a Palaniuk o Rusdie, es más satírico y emocionante, sobre todo el alegato de la rabia que hace Rusdie en su libro Furia.

Pero me conmueve, aun siendo una oreja asquerosamente sudada, esa capacidad de superación por el duelo de un perro. Me conmueve y digo, voy a firmar mi primer libro y le escribo bajo petición suya, mi número de teléfono en el bodrio que se lee.

Muy ilusionada dice, vale, ¡Marta!.

Pero ya no la corrijo, porque me gusta esa inocencia y porque siendo una oreja como soy, no me queda más remedio que escuchar.

Mónica Martín

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